La
alimentación sana es uno de los aspectos más importante de la salud, la
belleza, y el bienestar. La calidad, el número y el tipo de nutrientes que
ingerimos diariamente se manifiestan de muchas maneras en nuestro cuerpo: la cantidad
de energía, el equilibrio emocional, la concentración, la salud interna y externa, el placer de
degustar ciertos ingredientes… en fin un sinnúmero de elementos que confluyen
en un concepto: Sentirse bien. Los
alimentos que damos a nuestro cuerpo llegan al sistema digestivo y se
transforman en sustancias valiosas que se trasladan, por medio del sistema
circulatorio, a los rincones más remotos del organismo.
Algunos
piensan que buena alimentación es sinónimo de una dieta estricta cuando, en realidad, las
cosas pueden ser más sencillas. El conocimiento de sí mismo, de las necesidades
y condiciones personales (embarazo, lactancia, recuperación) y del modo de vida
(activo o sedentario) nos da algunas pistas para encontrar un estilo
alimenticio propio que nos satisfaga. Así por ejemplo, si llevamos una vida activa, en la que el ejercicio físico es parte del trabajo, el consumo de ciertos
alimentos debe ser mayor; que si tenemos
una vida relajada y más bien sedentaria. De igual forma, si una mujer está
embarazada debe saber que determinados nutrientes son básicos para el adecuado
desarrollo del bebe y la salud de la futura madre.
Hay
otro aspecto clave en la alimentación: el conocimientos de los grupos de
alimentos, pues son los que nos permiten la realización de las funciones
básicas del organismo.
2.-Las proteínas:
llamadas ladrillos del cuerpo, son otra fuente de energía y clave para la construcción
de nuevos tejidos y otras funciones importantes. Su correcto consumo se observa
en el estado de la piel, el pelo, las uñas, entre otros. Las proteínas pueden
ser de origen animal (carne de res, pescado, aves) o vegetal (lentejas, frijoles,
garbanzos). Aunque los requerimientos de estos nutriente varían, podemos
señalar que los hombres deben consumir una mayor cantidad (unos 55 gramos al día
en promedio) que las mujeres (cuya porción se calcula de 45 gramos).
3.-Las grasas o lípidos:
son fuentes de vitaminas y ácidos grasos esenciales. Intervienen en funciones como
el crecimiento, la producción de algunas hormonas y la regulación del organismo
en general. Los investigadores han clasificado las grasas en buenas y malas:
-Poliinsaturadas (esenciales):
se encuentran en los alimentos como los llamados pescados azules, las sardinas,
los aceites de nuez, girasol y maíz.
-Monoinsaturadas
(beneficiosa): El aceite de oliva crudo, el aguacate la semillas y frutos
frescos.
-Saturadas (perjudiciales):
margarina y grasas sólidas para cocinar (manteca), productos cárnicos grasos
(como el tocino o el beicon), el aceite de palma y de coco son algunos
ejemplos.
-Trans (perjudiciales):
se hallan en alimentos procesados como las margarinas, las galletas y los
pasabocas industriales.
Liposolubles
(A, D, E, K). Requieren disolventes orgánicos como grasa y aceites. Además de
los aceite vegetales, son fuente de este tipo de vitaminas las semillas, el atún,
el salmón, el yogur, los productos lácteos, la yema de huevos entre otros.
Hidrosolubles
(C y el grupo B). El organismo no los almacena y por eso es necesario
consumirlas diariamente. Las frutas y verduras frescas son dos importantes fuentes, pero también los cereales enteros, las leguminosas, los
pescados, los mariscos, carnes y vísceras, los frutos secos, la yema de huevo,
entre otros.
5.-Los minerales:
son igualmente básicos, aunque es muy frecuente encontrarse con personas con
carencias sobre todo de zinc, hierro y calcio. Los minerales provienen del
suelo y llegan principalmente a nosotros a través de las plantas, de manera que
si un suelo degradado escasean estos nutrientes, las plantas cultivadas en él tendrán
bajo contenido de minerales. Están presentes en alimentos como productos lácteos,
las hortalizas y semillas secas.
6.-La fibra: es
un componente no asimilable por el organismo que se encuentra en los alimentos
de origen vegetal, sobre todo en los cereales de grano enteros (también llamado
integrales), las frutas y verduras frescas. A pesar de no ser un producto no
vital (como las vitaminas, los minerales, los carbohidratos, las proteínas y
las grasas), resulta básico para una correcta digestión y depuración del tejido
conjuntivo. Un organismo con suficiente aporte de fibras tiene menos
probabilidades de sufrir enfermedades intestinales.
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